Por Hugo Martoccia
Columna: Mesa Chica
Título: Borgismo light al poer
Borgismo light al poder
La alcaldesa de Puerto Morelos, Laura Fernández, ha decidido gobernar
con las formas y los vicios del pasado. No parece una decisión
sorprendente; en ese pasado reciente están fincadas todas sus certezas
políticas. El problema es que la política hoy requiere hacer algunos
cambios, al menos unos breves retoques de forma y fondo, que hasta ahora
se ha negado a realizar.
Su gestión al frente del Ayuntamiento empieza a dejar serias dudas.
La cuestión económica se ha convertido en un problema inminente e
inesperado.
Inminente, porque la información ya llegó al Gobierno estatal.
Decenas de trabajadores se han quejado aquí y allá por demoras en el
pago de las quincenas. Se han llegado a duplicar y hasta triplicar
quincenas adeudadas. La deuda de corto plazo crece sin freno, y, a la
larga, habrá problemas.
Inesperado, porque se trata de un municipio joven, sin deuda
bancaria, y con la posibilidad de ingresos importantes. Todo remite,
entonces, a una gestión deficiente que en algún momento le pasará
factura a la alcaldesa.
Esta versión ya se ha extendido lo suficiente para llegar a donde
hace falta. Hasta hoy, sin embargo, el gobernador Carlos Joaquín no ha
dado señal de que el tema le preocupe especialmente. Los dolores de
cabeza que le genera el alcalde de Cancún, Remberto Estrada, quizá sean
más que suficiente en su lucha contra su oposición política.
LOS VERDES LAURA Y REMBERTO, IGUALES PERO DIFERENTES
La diferencia entre Laura Fernández y Remberto Estrada, es que este
último interfiere directamente en asuntos que golpean al propio
gobernador. La seguridad pública, por ejemplo, nunca será un problema
sólo municipal. El alcalde de Cancún continúa sin dejarse ayudar, y eso
repercute en el Gobierno estatal. Los muertos de Cancún se anotan en
rojo en el balance de gestión de uno y de otro.
Laura Fernández no se mete en esos embrollos. Su gestión y la de
Carlos Joaquín no tienen porqué chocar antes del proceso electoral.
En ese punto la diferencia es igualmente importante. Remberto Estrada
es, también, un problema electoral para el Gobierno estatal, y Laura
Fernández difícilmente pueda tener el control electoral de su municipio
si las cosas siguen como hasta ahora.
La pasada elección de junio de 2016 la ganó por 500 votos. Esos 500
votos fueron el peso de una estructura estatal que ya no la apoyará. Un
funcionario de Gobierno cierra la consulta con una frase que engloba
todo ese análisis: “ No hay de qué preocuparse en Puerto Morelos”.
LA CONFUSIÓN DEL VERDE Y DEL GOBIERNO
Las principales críticas a Laura Fernández dicen que su
administración tiene como único objetivo la elección de 2018. De allí
surgiría, según esa versión, el gasto desmedido que ha puesto en jaque
las finanzas públicas, y la misma orientación de la administración, que
busca votos en vez de soluciones para los ciudadanos.
Las propias acciones de la alcaldesa dicen que eso es verdad. Semanas
atrás, parte importante de su estructura de gobierno se hizo cargo de
la dirigencia del Partido Verde en el municipio.
Es difícil esconder segundas intenciones cuando el propio Tesorero
municipal, Manuel González, es a su vez presidente del partido, y cuando
la directora de Desarrollo Económico, Adriana Nava, queda como
Secretaria de organización. La lista sigue, y solo confirma ese
despropósito. La frontera entre dinero público y partidario se ha
borrado totalmente.
Laura Fernández no cuidó las formas, y bordea la ilegalidad. Es allí
donde su gestión se parece mucho al borgismo. Hay un marcado desprecio
por la forma y el fondo de todo lo que signifique rendición de cuentas y
trasparencia.
Días atrás la Asociación Civil Somos Tus Ojos publicó que ni la
alcaldesa ni ninguno de sus funcionarios ha presentado su 3 de 3. La
misma página de transparencia del municipio tiene muchos déficit; se
muestra demasiado poca información, mucha menos de lo que la ley ordena.
En ese aspecto, la gestión de Laura Fernández está enclavada en el
pasado. Es capaz, incluso, de usar todo el peso de su poder para atacar a
la prensa que no se rinde a sus pies. En ese punto, su borgismo light
desaparece y se convierte en borgismo a secas.
No habría de qué sorprenderse, la alcaldesa muestra todos los vicios
de su origen político. Se sentía cómoda y protegida durante el borgismo,
y quizá confía en que esos métodos allanarán su camino hacia la
reelección o el Senado.
Hasta ahora, en el Gobierno estatal miran toda esta situación a la
distancia, sin entrometerse demasiado. Y esa postura es entendible.
La alcaldesa deberá solucionar sus problemas o enfrentar sus
consecuencias, dicen. El Gobernador puede ser, por un tiempo más, un
espectador de lujo de esa probable debacle. (La Opinión de Q. Roo)
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